La lectora
- Autoría y ano
- Descoñecido, Último cuarto del siglo XIX
- Técnica
- Óleo/hierro
- Dimensiones
- 48 x 56'5 cm
La lectora es una obra quizás de la escuela francesa en la que se aprecia un gran influjo del pintor barroco George de La Tour en el tratamiento de la luz, a pesar de estar el tema más próximo a Vermeer: lo íntimo, la soledad de una dama, adquiere una significación especial en la colección de la Casa-Museo Emilia Pardo Bazán por el propio tema de la lectura, una actividad relacionada con el ocio femenino, una escena de género propia del siglo XIX. Precisamente es en esta época cuando se democratiza el retrato de las mujeres en sus ocupaciones y cuando leer se convierte en una forma de posar a la moda.
Emilia Pardo Bazán relata en sus Apuntes autobiográficos un episodio personal que da cuenta de la pasión por la lectura que transmite este óleo: «Cierto día hallábame yo en casa de una de las pocas amigas de mi edad que tuve. Por casualidad nos quedamos solas en el despacho de su padre, y atrajeron mis ojos las estanterías llenas de libros. Di un chillido de alegría: lo primero que había leído en el lomo de un grueso volumen era el rótulo “Víctor Hugo: Nuestra Señora de París”. No hubo lucha entre el deber y la pasión: ésta triunfó sin pelear. Si pedía el libro, claro está que me lo negarían, o al menos consultarían a mis padres, y entonces, adiós Víctor Hugo. Lo cogí a hurto, escondiéndolo entre el abrigo y trayéndolo a casa, donde lo oculté en un bufetillo en que guardaba mis cintas y aretes. De noche pasó a cobijarse bajo la almohada, y hasta que se apuró la bujía leí sin contar las horas».
Esta remembranza transmite la inquietud por conocer el mundo que hizo de Pardo Bazán la niña capaz de sacarle el máximo provecho a la literatura. Poco después debutaba como novelista, con solo trece años, con Aficiones peligrosas, protagonizada por una mujer con un notable hábito lector que provocará efectos no deseados. También Amparo en La Tribuna, Leocadia en El cisne de Vilamorta, Feíta en Doña Milagros, Clara en La Quimera… eran mujeres lectoras que, como la propia Pardo Bazán, encontraron en los libros sus momentos de intimidad.